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(Título en inglés: 42)

Cuando la mente está lista para expandirse a un nuevo nivel, todo lo que se interpone en el camino de esa expansión sale a la superficie. Recordar nuestra verdadera identidad implica vigilancia contra la tentación de proyectar pensamientos de ataque, ser una víctima o guardar resentimientos.

En esta película, Jackie Robinson es un ejemplo vivo de lo que se necesita para atravesar las barreras mentales y brillar en toda su magnitud. El propósito de Jackie superaba de tal modo al de una pequeña vida personal que su demostración de determinación e indefensión afectó a toda una nación. Cuando decimos sí a nuestro llamado, es siempre para el beneficio del Todo. Jackie decide decir sí a ser el primer jugador negro de béisbol en una liga de 399 blancos, mientras que al mismo tiempo se mantiene firme en su compromiso de no luchar contra la provocación racista.

Hasta que no estemos dispuestos a ver el alcance del odio que experimentamos contra nosotros mismos, no vamos a estar dispuestos a soltarlo y a recordar nuestra verdadera identidad en Cristo. A medida que nos acercamos a la luz, el ego pasa de desconfiado a despiadado porque siente la amenaza de su aniquilación. Entonces la ira y la rabia emergen para ser liberadas.

Jackie debe enfrentarse cara a cara con los testigos de su propio odio a sí mismo. En una escena fuerte, cuando él está listo para batear, escucha el implacable acoso racial del entrenador rival. En ese momento de agitación, hay una gran tentación de proyectar el problema “allá afuera” en otra persona, de devolver las palabras amenazantes o de rendirse y darse por vencido. En esos momentos insoportables al bate, Jackie siente como empieza a emerger la furia y se permite alejarse del juego para dejar que sus emociones se apacigüen de manera segura mientras recuerda su propósito más elevado.

Los sentimientos incómodos son una manera de encubrir lo que realmente nos atemoriza: el recuerdo de nuestro intenso y ardiente amor por Dios y El Suyo por nosotros. En esta película vemos que los testigos del odio se convierten en testigos del amor mientras Jackie se mantiene vigilante contra el ego. ¡Con Dios nada es imposible!

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